Thursday, October 11, 2007

CASTRO, LITERALMENTE HA MUERTO

CASTRO, LITERALMENTE HA MUERTO
2007-10-10.
Ramón Colás

Los rumores en Cuba son comunes y establecen ciertas fantasías a la
realidad. Se producen en todas partes y sirven para diagnosticar el
estado de la gente y el pulso de sus frustraciones. Cuba es un país
adicto al rumor y Fidel Castro lo sabe.

En su larga e intolerante estadía en el pináculo del poder el gobernante
lo ha usado para atemorizar, tener el control de la gente y medir el
efecto de su astucia. Es un arma, por cierto eficaz, para ocultarlo todo
e imaginar lo peor en una sociedad donde la verdad es ciega y la mentira
un argumento existencial.

Son especulaciones que obedecen a un estilo de confundir todo y a todos
con el fino propósito de alejarlos de la verdad. Esa maña vieja de un
viejo cansado no solo paraliza a la sociedad sino que la contagia de la
incertidumbre y de esa otra enfermedad, peor: el miedo. Hoy mismo se
rumora la muerte de Castro. Nadie lo asegura aunque posiblemente esté al
otro lado de este mundo.

Contaminados por su efecto están los ortodoxos del entorno quienes
cierran las porosidades del sistema para hermetizar en el secreto la
enfermedad del comandante o su ignorancia en relación a la salud su jerarca.

Como existe el miedo a decir lo que todos saben en Cuba se lanzan las
"bolas" a las calles. Al correr de boca en boca se agrandan tanto que
pueden terminar muchas veces en el mismo lugar donde empezó pero con un
efecto inverso. Ahí intervienen los expertos de la nomenclatura, quienes
al final tienen un diagnóstico eficiente para aplicar las reglas
mágico-represivas en cuestión.

La Habana es una ciudad hecha a la medida exacta de las exageraciones y
el líder comunista quiere dejarle a su hermano las mismas cuerdas donde
amarrar la intriga y el rumor le puede acomodar tanto o más que la
mentira misma.

Sin embargo, ya no es rumor, porque forma parte de una verdad absoluta,
la ausencia de Castro en todos los escenarios de sus excentricidades.
Nadie hoy en el país es capaz de hacer un monologo de siete horas y
decidir la dieta del guajiro, la edad en que los niños no deben beber
leche y con que olla cocinar.

Que madera usar para construir los ataúdes, donde ubicar los
pedraplenes, por donde deben cruzar los huracanes, cual tejido es el
mejor para la bata del doctor, cuantos ordeños son posibles en una vaca,
la altura a la que deben volar los aviones, la velocidad de los trenes,
la cantidad de latigazos que pueden recibir una yunta de bueyes, como
engrasar a un central azucarero y la hierva que deben comer los animales.

No es un rumor que el comandante jamás podrá visitar a García Márquez a
las dos de la madrugada en su mansión de La Habana para hacerle un
discurso de cuatro horas y al amanecer retirarse asegurando haber
descansado. Nadie especulará que el líder solitario tampoco podrá
cabalgar largas horas entre los planes ingenieros, la batalla de ideas y
las tribunas abiertas.

Tampoco estará en su mesa redonda y menos en El Cotorro. No asistirá a
las graduaciones ni condecorará a los altos generales de su comitiva
verde olivo. No podrá prepararle langosta enchilada a Frei Betto
mientras habla de religión, ni jugar al béisbol con James Carter y Hugo
Chávez. Le será imposible reflexionar acerca de sus fracasos y de
escribir sus memorias.

Todos aseguran que ni usando zapatillas Adidas pasará frente a la
Sección de Intereses de Estados Unidos en sus manifestaciones contra el
vecino del norte. Que ni el PPG le quitará las rugosidades de su rostro
y ningún Habano tendrá su promoción en el mercado. Que el licor francés
ya no estará en su cena porque sus esfínteres no son originales y los
buenos vinos rechazan las impurezas de estómagos débiles. En esas
condiciones cambiará el consumo de bistec de búfalos por carne molida
ante la impotencia de su dentadura.

Si un hombre como Castro existía con los medios y hoy los rechaza es
porque no le queda nada por mostrar. Si se esconde del pueblo y de sus
amigos internacionales será por el temor a dejar una imagen lejana a las
fotografías de sus años de gloria. Y si escribe en su cuarto largas
reflexiones es para impresionar con su inmortalidad donde espera que le
absuelva la historia.

Al resultarle imposible escalar a los estrados de su inmenso poder es
porque su vida terminó aunque físicamente la mantenga. Si Castro no
puede retornar victorioso a la cima de su mitológica revolución,
literalmente ha muerto.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=12066

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