Thursday, October 11, 2007

A la caza de la Microfracción

Política
A la caza de la Microfracción

Se cumplen 40 años del proceso por el que fueron encarcelados decenas de
disidentes y antiguos militantes comunistas.

Armando Añel, Miami

miércoles 10 de octubre de 2007 6:00:00

Octubre marca el aniversario cuarenta del inicio del llamado Proceso
contra la "Microfracción", término con que el castrismo pretendiera
minimizar la crítica de un sector de la izquierda cubana a su proyecto.
Durante el mismo fueron encarcelados decenas de disidentes y antiguos
militantes del Partido Socialista Popular (PSP, comunista), en 1967.

"La Microfracción como fuerza política carecía de significación",
declararía Fidel Castro en un discurso de marzo de 1968. "Como intención
política, sus actos eran de carácter grave, y como corriente dentro del
movimiento revolucionario, fue francamente reformista, reaccionaria y
conservadora".

El Proceso contra la Microfracción institucionalizó definitivamente en
la Isla la práctica de la purga, a la que ha sido particularmente
aficionada la oligarquía nacional. Antes, pero sobre todo a partir de
este evento, los críticos de los hermanos Castro, "tronados",
encarcelados o fusilados, han hecho legión.

Por añadidura, el proceso pondría en evidencia el carácter caudillista
del nuevo régimen, que cargaba incluso contra varios de los postulados
ideológicos que representaba, o que luego haría suyos.

Llama la atención que los razonamientos desde los que algunos de los
protagonistas de la Microfracción criticaron las políticas del
castrismo, partían de una matriz socialista o comunista. De hecho, con
la herida de la Crisis de los Misiles todavía abierta —Kruschev había
pactado con Kennedy desconociendo olímpicamente a Castro—, los
encartados serían acusados por las autoridades cubanas de prosoviéticos.
Y algunos, efectivamente, lo fueron.

Como acota para ENCUENTRO EN LA RED el fundador del Comité Cubano Pro
Derechos Humanos, Ricardo Bofill, no hay que olvidar que a finales de la
década del cincuenta, y en los tempranos sesenta, la Unión Soviética,
bajo la égida de Nikita Kruschev, vivía una era reformista que algunos
militantes del PSP miraban con buenos ojos.

Según Bofill, condenado a doce años de prisión durante el proceso, "la
crítica del culto a la personalidad que algunos integrantes de la
Microfracción hicieran a Fidel Castro tuvo su origen en la crítica a
Stalin del XX Congreso del PCUS". Claro que no todos los encartados
procedían del PSP o tenían una filiación marxista.

Para entonces, "el socialismo con rostro humano" estaba a punto de
cristalizar en Checoslovaquia y la figura de Alexandr Solzhenitsyn había
sido parcialmente rehabilitada en la Unión Soviética, tras el leve
deshielo impulsado por Kruschev. "Muchos de nosotros fuimos influidos
por esos acontecimientos", asegura el fundador del Comité Cubano Pro
Derechos Humanos.

Los orígenes

"Los orígenes de la Microfracción se remontan al mismo año 1959",
refiere a EER Félix Fleitas, ex secretario del PSP en el barrio habanero
del Príncipe. "Aníbal Escalante y Blas Roca, sin consultar al resto del
Partido, violaron los estatutos y acordaron apoyar incondicionalmente a
Castro, provocando el malestar de una parte de la militancia. Luego,
Escalante reconocería en presidio que había sido un error".

El núcleo que diera origen a la Microfracción —"en realidad, fue una
Macrofracción", estima Fleitas, también encarcelado durante la purga—
estaba conformado por Ricardo Bofill, Francisco Pérez de Armas, Orlando
Olivera, Arnaldo Escalona, Raúl Fajardo, Carlos Quintela, José
Caballero, Hilda Felipe, Edmigio y Ricardo López, y el propio Fleitas.

Los críticos del llamado "proceso revolucionario" discutían y
denunciaban lo que consideraban errores de bulto en el rumbo tomado por
la dirigencia castrista: el abuso del "trabajo voluntario", el
voluntarismo y la improvisación en materia económica, la caída en picada
de los abastecimientos a la población, etcétera.

Entre los reproches políticos que los integrantes de la Microfracción
hacían al nuevo régimen figuraban su culto a la personalidad y la
sacralización de la "lucha armada" como vía para llevar al poder a
gobiernos afines. "Castro había dicho que los únicos que podían opinar
contra la revolución eran los revolucionarios", observa Francisco Pérez
de Armas, quien militó en el PSP durante veinte años. "Y nosotros éramos
revolucionarios".

La estrategia seguida por la Microfracción podría parecer ingenua a la
luz de medio siglo de totalitarismo, pero en la década del sesenta
muchos creían que todavía era posible consolidar espacios alternativos
en el escenario político nacional. El descontento y la crítica
crecientes generarían un movimiento que haría factible, desde el poder
mismo, una rectificación a gran escala, pensaban los encartados. Pero la
cúpula de poder reaccionó lanzándose al abordaje, con un cuchillo en la
boca.

Oficialmente, la purga se haría pública en enero de 1968, durante un
pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Raúl Castro
sería el encargado de marcar con tinta china a las ovejas descarriadas
del antiguo PSP:

"A mediados del año 1966 concurre información procedente de varias vías,
todas confiables, que nos hacían suponer la existencia de una corriente
de oposición ideológica a la línea del Partido", aseguraría el actual
gobernante interino en el pleno. Dicha corriente "no provenía
precisamente de las filas enemigas, sino de gente que se movía dentro de
las propias filas de la revolución, actuando desde supuestas posiciones
revolucionarias".

Pero fue meses antes, en octubre de 1967, que se produjeron las primeras
detenciones. Previamente, "la mayoría de los encartados habían sido
expulsados de sus centros laborales", asegura Pérez de Armas a EER.

La cacería, el proceso

Como en El proceso, la célebre novela de Frank Kafka, un día los
integrantes de la Microfracción fueron detenidos sin que se presentaran
cargos contra ellos, en una suerte de operación secreta signada por la
arbitrariedad y el oportunismo. Como el Gregorio Samsa de La
metamorfosis —otro de los clásicos del escritor checo—, los Josef K del
totalitarismo a la cubana entraron a octubre de 1967 convertidos en
no-personas.

"El primero de octubre nos detuvieron a Orlando Olivera y a mí",
recuerda Félix Fleitas. Según el antiguo militante socialista, las
detenciones se escalonaron progresivamente, de manera que el gobierno
pudiera calibrar con precisión las reacciones de acólitos y opositores.
"La Seguridad del Estado pinchaba los teléfonos de nuestros familiares y
luego utilizaba esas informaciones para presionarnos en prisión".

Francisco Pérez de Armas fue secuestrado en plena vía pública el 8 de
octubre. Dos hombres vestidos de civil, agentes de la Seguridad del
Estado, abordaron aparatosamente su automóvil, obligándolo a ceder el
timón. Un modus operandi prescindible, dado el carácter pacífico de la
"conspiración", entre cuyos métodos no figuraba el uso de la fuerza.

"Me mantuvieron durante cuatro meses en solitario, confinado en una
celda", recuerda Pérez de Armas. "Luego fui llevado a la caricatura de
juicio que habían preparado las autoridades".

Los detenidos serían sometidos a presiones psicológicas e
interrogatorios intensivos, con la espada de Damocles del chantaje
familiar pendiendo sobre sus cabezas. Se les amenazó de muerte
inclusive, y algunos de los disidentes acabaron por firmar documentos de
arrepentimiento, como el propio Aníbal Escalante.

Durante el proceso "hubo de todo", incluidos los suicidios de los
acusados Eurípides Núñez, en prisión, y Carlos Rentaría, ahorcado en su
domicilio. En total, 36 hombres y tres mujeres fueron procesados
arbitrariamente.

La mayoría de las acusaciones no existían como figuras delictivas en el
Código Penal vigente. Los integrantes de la Microfracción serían
condenados, en juicios sumarísimos, a penas de hasta quince años de
cárcel (Escalante), mientras se marginaba laboral y socialmente a otros
ciudadanos relacionados de alguna manera con la "conspiración".

La defenestración definitiva de Escalante

De todos los militantes socialistas detenidos en el Proceso contra la
Microfracción, Aníbal Escalante era el más notorio. Había sido senador y
figuraba entre los políticos más conocidos de la República al triunfo de
la revolución.

En el momento de su detención, Escalante ya había sufrido, como
secretario de Organización de las Organizaciones Revolucionarias
Integradas (ORI), el celo de la nomenclatura revolucionaria. Destituido
y enviado a la Unión Soviética durante el llamado proceso de "crítica al
sectarismo", en 1962, había retornado a Cuba en circunstancias en que la
Microfracción alcanzaba cierta envergadura política.

El Proceso contra la Microfracción giró en torno a la defenestración de
Escalante, una personalidad cuyo ascendiente poblaba las pesadillas de
los hermanos Castro. Sin embargo, afirman todos los entrevistados para
este reportaje, el dirigente comunista no había sido, ni muchos menos,
el impulsor del movimiento. Pero fue acusado de "ambicionar el poder" y
señalado por la dirigencia castrista como el máximo responsable de la
"conspiración".

"En realidad, Escalante fue promovido por nosotros", puntualiza
Francisco Pérez de Armas. "Básicamente, lo que él hacía era aceptar o
comentar nuestras críticas en torno a la situación del país".

Asegurándole que el documento circularía confidencialmente, la policía
política del régimen persuadió a Escalante para que escribiera una carta
autoinculpatoria, subrayando su arrepentimiento. Más tarde, la misiva
sería publicada en el periódico Granma.

"Nunca antes lo había visto llorar", refiere Félix Fleitas, quien
acompañó al líder defenestrado en prisión. "Sufrió al descubrir que
había sido engañado por la Seguridad del Estado, cuando su carta de
arrepentimiento, supuestamente para consumo interno, apareció en el
periódico". Escalante, a instancias de la inteligencia cubana, había
reescrito el documento tres veces, hasta satisfacer las exigencias de
sus carceleros.

El antiguo dirigente comunista moriría pocos años después en prisión, a
consecuencia de una intervención quirúrgica aparentemente rutinaria.
Como Saturno, el totalitarismo devoraba a sus propios hijos. Pero
también a sus propios padres. Escalante —como Abrahantes, como Ochoa,
como tantos otros— es uno más en la larga lista.

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