Monday, October 11, 2010

Actualización versus cambios integrales

Opinión

Actualización versus cambios integrales
Dimas Castellanos
La Habana 10-10-2010 - 10:53 pm.

El reto está en convertir las 'reformas' castristas en un paso hacia la
democratización del país.

Conductor de un bicitaxi en La Habana. Septiembre de 2010. (REUTERS)

A la actualización del modelo —eufemismo empleado para designar los
cambios que se efectúan en la economía nacional—, le está ocurriendo lo
mismo que al colonialismo hispano de fines del siglo XIX: se demoró
tanto en otorgar la autonomía a la Isla, que cuando lo hizo, en 1898, ya
la guerra de independencia estaba a punto de agotar hasta la última gota
de sangre y hasta la última peseta, como exigía el testarudo lema del
presidente Antonio Cánovas del Castillo.

Aunque el sustento ideológico declarado de nuestro totalitarismo es el
marxismo, sus dirigentes ignoraron que el fundamento de la concepción
materialista de la historia es la ley de correspondencia entre las
fuerzas productivas y las relaciones de producción, la que en la
Contribución a la crítica de la economía política, Carlos Marx resume
más o menos así:

"Las relaciones de producción corresponden a una fase determinada de
desarrollo de las fuerzas productivas; esas relaciones forman la
estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinas formas de conciencia social. Al llegar a una fase determinada
de desarrollo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las
relaciones de producción, es decir, con las relaciones de propiedad
dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. Desde ese momento,
las relaciones de producción, como formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, se convierten en trabas suyas, abriendo así una época de
revolución social".

En absoluta inconsecuencia con su sustento ideológico, el gobierno
sustituyó las tesis marxistas por un voluntarismo exacerbado, se acomodó
en la subvención extrajera y, de forma paralela, evitó la formación de
un empresariado nacional, eliminando empresas extranjeras y nacionales
en un proceso cuyo colofón tuvo lugar con la Ofensiva Revolucionaria: en
marzo de 1968, más de 50 mil establecimientos de producción y servicios
fueron intervenidos. Pletórico por tal "triunfo", el castrismo demoró
las reformas necesarias para poner en correspondencia las relaciones de
propiedad con las fuerzas productivas.

Y los resultados no se hicieron esperar; una economía deficiente,
ausencia de disciplina laboral, desinterés de los trabajadores por el
resultado productivo, moral amoldada a la sobrevivencia, desesperanza
generalizada, descreimiento, apatía y éxodo masivo, lo que se reflejó en
una larga cadena de fracasos, algunos tan estruendosos como la zafra
azucarera de 1970. Quedó demostrado, así, la inviabilidad del "modelo"
basado en la propiedad estatal absoluta. Si antes del desastre actual
aún era factible realizar cambios limitados a la esfera productiva,
después del daño causado —desde la economía hasta la espiritualidad de
los cubanos— es imposible introducir reformas en la base material sin
emprender simultáneamente (siguiendo la tesis de Marx) transformaciones
en la superestructura jurídica y política.

Actualmente, cualquier medida gubernamental dirigida al aumento de la
producción y la productividad, dictada desde la mentalidad totalitaria,
está condenada al fracaso. Si la ampliación del trabajo por cuenta
propia tiene como objetivo brindar empleo a una parte del millón y medio
de trabajadores que serán desempleados, además de generar producciones y
servicios que el Estado es incapaz de crear, entonces el listado de 178
actividades permitidas habría que anularlo y, en su lugar, definir
solamente las pocas actividades no permitidas. De lo demás se ocupará la
iniciativa ciudadana.

A lo anterior, para estimular el crecimiento del sector privado, en vez
de tratar de evitar la formación de un empresariado nacional, habría que
añadir una política de bajos impuestos fiscales, de créditos bancarios,
de creación de un comercio mayorista, de implementación de los derechos
de asociación y de acceso libre a la información, lo que implica el
respeto a los derechos humanos. Sólo así se puede convertir al cubano en
sujeto interesado por los cambios. Sin embargo, a pesar de las
declaraciones acerca de "cambiar todo lo que sea necesario cambiar", las
ataduras ideológicas y la responsabilidad e intereses contraídos durante
más de medio siglo actúan como impedimento para que el castrismo
enfrente con la voluntad política necesaria los cambios estructurales
que nuestra realidad exige.

Esa limitación no resta importancia al intento de actualizar el modelo,
pues como quiera que sea, las medidas que se están implementando generan
un escenario más prometedor que el inmovilismo predominante hasta ahora.

En definitiva, el proceso de democratización tiene que pasar por las
reformas, contexto en que las propias limitaciones de dichas medidas, a
la vez que develan la ausencia de una verdadera voluntad de cambios,
generan nuevas contradicciones, en un momento en que los cambios al
interior y al exterior del país impiden, como ocurrió en ocasiones
anteriores, dar marcha atrás.

De la actualización del modelo debe surgir, de un lado, un
cuentapropismo que de lugar al renacimiento de las pequeñas y medianas
empresas; de otro, una diversidad de formas de propiedad y de gestión
que permitan la participación real de los trabajadores a través de las
cooperativas de servicio, la autogestión y la propiedad privada, lo que
a su vez implica la implementación de los derechos y libertades para la
participación cívica de los ciudadanos.

Se trata de un proceso que, si bien el sujeto inicial lo que busca es la
conservación del poder, la evolución de esos mismos cambios limitados
podrían conducir a la verdadera democratización de Cuba. Se trata de un
reto para los cubanos, especialmente para todos aquellos que consideran
la nación por encima de ideologías y partidos políticos. El asunto no es
oponerse a la actualización, sino convertirla en un paso hacia los
cambios integrales y la democratización del país.

http://www.diariodecuba.com/opinion/actualizacion-versus-cambios-integrales

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