Tuesday, October 12, 2010

El escribidor prohibido

Publicado el martes, 10.12.10
El escribidor prohibido
By ALEJANDRO RIOS

En la oficina del por entonces director del Instituto Cubano del Libro,
Rolando Rodríguez, quien hoy funge como uno de los historiadores de la
nomenclatura, se apilaban los títulos extranjeros, casi todos
prohibidos, entre los cuales siempre sobresalían los de un narrador que
había caído en desgracia luego de llamar a la dictadura por su nombre.

La escena pertenece a los años setenta, hoy pocas personas consultan los
aburridos mamotretos de Rodríguez, por su empeño en justificar
históricamente un sistema que, entre otros desmanes, ha censurado
espacios de la cultura mundial por considerarlos nocivos a la
revolución. Muchas personas, sin embargo, siguen siendo tocadas por la
magia literaria de Mario Vargas Llosa.

Siendo estudiante de la Escuela de Letras en la Universidad de La Habana
cometí la imprudencia de mostrar a mi profesor Guillermo Rodríguez
Rivera el libro de poesía Salamandra, de Octavio Paz, que había
sustraído en alguna oficina del Instituto Cubano del Libro, donde
siempre laboré y no en el diario Juventud Rebelde, donde él insiste en
colocarme sabiendo que miente. Contrariado miró para ambos lados como
quien comete un crimen y me dijo: ``Es un buen poeta pero aquí está
vetado''. Y, por supuesto, no pude hacer ningún trabajo de clase con el
afamado volumen de versos.

Ahora mismo, parte de la vieja guardia literaria cubana (Pablo Armando
Fernández, César López, Reynaldo González), quienes fueran amigos del
escritor peruano, se deshacen en elogios sobre el nuevo Premio Nobel, no
sin antes aclarar que no comparten su ideología. Uno de ellos abunda:
``Se estableció una distancia por su postura, no solamente respecto a
Cuba, sino respecto a nuestra América y al mundo''.

A esa edad provecta resulta lamentable la necesidad de reafirmación
política para emitir una opinión. Vargas Llosa, por su parte, confiesa
haber conocido la noticia del premio releyendo un clásico de la
literatura como El reino de este mundo, que recomendó a todos
públicamente sin verse en la obligación de afirmar que no comulgaba con
la conocida militancia comunista de Alejo Carpentier.

En Sables y utopías, la más reciente compilación de sus artículos
periodísticos, Vargas Llosa no excluye aquellos textos celebratorios de
la revolución cubana que escribiera en los años sesenta, donde ya se
vislumbraba alguna que otra nota discordante con los anuncios tempranos
del rumbo totalitario que comenzaba a tomar el proceso.

Ni con él, ni con el otro premio Nobel latinoamericano anterior, Octavio
Paz, la Casa de las Américas ha podido perpetrar su taimada labor de
rescate, como lo hiciera, subrepticiamente, Roberto Fernández Retamar
con Jorge Luis Borges, poco antes de que falleciera. Retamar dice
haberlo entrevistado para lograr el permiso de publicar una antología de
su literatura, luego de tantos años de desprecio.

Vargas Llosa fue prohibido cuando se ``bajó'' del tren de la revolución
y nunca más se volvió a subir. Sigue censurado porque sus criterios
sobre libertad y dictadura no son negociables con un viaje a Varadero y
los órganos de la policía política cubana no poseen en sus archivos
alguna situación incómoda de su vida personal con la cual lo puedan
chantajear.

Por mucho tiempo, otros escritores cubanos caídos en desgracia y luego
rehabilitados, como es el caso de Eduardo Heras León, han sido devotos
manifiestos del estilo del gran narrador peruano, aunque públicamente
han debido ser discretos a la hora de los elogios.

En Cuba, cada nuevo libro que nos agenciábamos de Vargas Llosa era una
verdadera fiesta que hacíamos circular, convenientemente enfundados en
portadas de revistas. De este lado, me ha tocado en suerte verlo
personalmente durante sus no pocas y gentiles presentaciones en la Feria
Internacional del Libro de Miami.

na de las mismas coincidió con el tributo que le ofrecimos a la poeta
cubana Serafina Núñez, marginada durante años por no comulgar con el
sistema que impera en la isla de donde viajó para la ocasión. Recuerdo
que aquella vez, al terminar las respectivas presentaciones, le pedí a
Vargas Llosa que conversara, al menos, por un momento con la escritora.
En su apremio no lo dudó ni un instante, se le acercó cordialmente, la
saludó, le habló de su lírica y se tomó una foto.

Núñez se sintió halagada por tanta caballerosidad y decencia y al
retirarse el escritor comentó: ``Ojalá que Abel Prieto (ministro de
Cultura de Cuba) no me regañe por esta foto''.

http://www.elnuevoherald.com/2010/10/12/818217/alejandro-rios-el-escribidor-prohibido.html

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