Thursday, October 14, 2010

Lo que no cambia

Opinión

Lo que no cambia
Reinaldo Escobar
La Habana 14-10-2010 - 3:08 pm.

¿Marchan nuestros timoneles hacia el socialismo, o se trata de un cuento
para mantenerse al mando?

Un bote es retirado de la bahía de La Habana ante el arribo del huracán
Paula. 13 de octubre. (AP)

A lo largo de medio siglo, ese fenómeno de la historia latinoamericana
que se ha dado en llamar revolución cubana se ha conservado a flote en
virtud de su imperceptible adaptabilidad. Muchos han sido los giros: el
proceso de rectificación, los planes emergentes, el período especial y
más recientemente el programa de actualización o perfeccionamiento del
modelo económico; en todos los casos, sin embargo, la intención
declarada de las transformaciones ha sido la de sostener el rumbo hacia
el socialismo como destino.

Como la nave de la revolución no acaba de arribar a las utópicas costas
del socialismo real, es fácil llegar a la conclusión de que el único
propósito de los innumerables bandazos ha sido el de mantenerse al
frente del timón. Lo peor del caso es que esta adicción al mando no
parece estar dada por el saludable celo que tienen los idealistas con su
obra, sino por el insaciable apetito de disfrutar del poder. Para ser
más precisos, para disfrutar de los obscenos atributos del poder.

Basta echar un vistazo a lo que nunca ha cambiado. Especialmente, se ha
mantenido igual la intolerancia hacia cualquier tipo de oposición. En
cincuenta años, a lo más que se ha llegado es a aceptar las críticas
constructivas, realizadas en el momento y en el lugar oportuno, siempre
y cuando procedan de alguien que ostente inconfundibles credenciales
revolucionarias. Lo más generoso que puede esperar el que se aparte un
milímetro de esa línea es ser tratado como una persona confundida o
desinformada a quien hay que aclararle la mente. Puede presentarse la
variante de que "la confusión" no provenga de la propia ofuscación sino
de malsanas influencias. Si éste es el caso, nadie quedará redimido del
estigma si no abjura de las dañinas amistades y, sobre todo, si no
confiesa el nombre, apellido y dirección de quienes lo han contagiado.

Tengo fresca en la memoria una expresión de los primeros años
revolucionarios: "No se puede estar en la cerca ¿De qué lado tú estás?",
le preguntaban al que hacía algún comentario sospechoso. Uno comprendía
rápidamente que ni siquiera se trataba de estar sentado sobre la cerca,
sino que no era prudente aproximarse a ella. Con el tiempo, se aprendían
lecciones de un nivel más alto: Tampoco bastaba con aplaudir; había que
hacerlo con ostensible entusiasmo.

Con el insolente portador de ideas diferentes y propias no hay arreglo
posible. Frente a semejante atrevimiento hay una gaveta de improperios
dignos de ser endilgados al peor de los enemigos. El que se arriesga a
pensar con su cabeza puede terminar embutido en el pellejo del general
español Martínez Campos; si no lo disfrazan así, sus censores no pueden
sentirse dignos de practicar la intransigencia de Antonio Maceo en Baraguá.

En el minuto que escribo estas líneas, me llaman desde la calle
Céspedes, en Guantánamo, para contarme que se van a cumplir 36 horas de
un mitin de repudio. Han apedreado la casa donde el Movimiento 30 de
Noviembre pretendía celebrar su segundo congreso. Han impedido asistir a
los delegados, han insultado y golpeado a sus habitantes, incluyendo un
niño de 9 años; han roto los cristales de las ventanas y el candado de
la reja. Estoy en La Habana y nunca he pertenecido a esa organización.
Un prurito de objetividad periodística me aconseja que no comente lo que
no puedo verificar, pero ahora soy yo quien se hace la pregunta: ¿De qué
lado te vas poner?

http://www.diariodecuba.com/opinion/lo-que-no-cambia

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